Cuando hay una emoción que siento que no acaba de encajar en mi sentir me gusta consultar su significado de origen, su raíz de nacimiento. Ahí se evoca el contenido completo y su finalidad, lo que viene después tras miles de años a veces es una vaga sombra o ilusión de su esencia conceptual.
Perdón, en su origen griego, nace de la palabra “Aphiemi” que significa soltar, dejar ir, enviar lejos. Asimismo, en la actualidad la lengua inglesa ofrece un significado más similar al que se dio en la lengua latina. Acuñando el término “forgive” se refieren los ingleses a “dar” ya que su origen etimológico anglosajón era “forgifan” que literalmente significaba “dar”. De ahí, haciendo un mixto ancestral podemos reconstruir la palabra y acercarnos a ella más despojada de los dogmas penitenciales de las religiones y desvestirla de su contenido rígido y severo. Vamos a acercarnos a este “palabrón” de la siguiente manera: es un darse a uno mismo la posibilidad de renunciar y dejar ir una emoción, un sentir que, causado por un acto u omisión de otra persona, causó un daño y dolor profundo en su alma. Fijaros que digo alma, ni cuerpo ni ego, es un dolor que cruza la línea a lo esencial. De ahí que sea un auténtico “palabrón”.
¿Poe qué nos cuesta perdonar? Creo que probablemente puede ser porqué la palabra la han distorsionado nuestras culturas sacras y le ha encajado a la perfección junto a la palabra bueno y cielo. Perdonar parece una condición indispensable para alcanzar el nivel celestial y ganarse el honor de Ser alguien. A lo mejor también puede ser por qué no nos corresponde a los seres humanos perdonar, al igual está reservado a una inteligencia más elevada en consciencia y en vibración, al fin y al cabo, venimos a aprender no venimos a juzgar si castigamos o perdonamos a nadie, empezando por nosotros mismo. O incluso, a veces nos puede costar perdonar por qué nuestra voz del Yo crítico y severo nos empuja y convence de que perdonar es humillarse, dejar ganar la batalla y someterse al traidor.
Cualquiera que sea la causa que nos impide perdonar, invito a que cada uno reformule su propio significado de lo que es para él o ella perdonar. Acerquémonos sin exigencias ni clichés sociales y morales, hondemos en nuestro significado profundo y casi seguro que ya hemos perdonado.
Para los que somos de mente pura racional necesitamos una píldora que relaje la exigencia de perdonar ante nuestra imposibilidad racional de hacerlo. Esa píldora podría ser, si te resuena, sustituir la palabra perdón por Indiferencia. Con ello, te ganas igualmente el cielo, te liberas, tu mente y ego se quedan tranquilos porqué ni ganan ni pierden y tu corazón, que afortunadamente tiene un ritmo de tiempo más lento, firme y pausado, se permite el derecho a sentir y transitar en el dolor sin censuras ni juicios.
¿Es menos persona el que no perdona bajo los cánones sociales? ¿perdonar comporta acercarse al infractor y “hacer ver que no pasa nada”? ¿significa que estoy justificando o aprobando la conducta del infractor? Rotundamente NO.
Seamos honestos ni que sea por una fracción de segundo. Todos, absolutamente todos hemos infringido daño que causó dolor en alguien, incluida la naturaleza, animales, planeta tierra. ¿Significa eso que el dolor es inherente al ser humano? ¿qué sólo tenemos esta manera de aprender? Sí y No. Es la manera que tiene la energía de permitirnos evolucionar y ampliar nuestros valores, sentires y consciencia. Por poner un ejemplo: si un padre abusa sexualmente de un hijo, es obviamente un acto o conducta censurable e intolerable. Ahora bien, si el hijo o hija no toma el dolor, lo sana y apuesta por vivirse des de otro concepto de amor, cuando tenga un hijo o hija repetirá muy probablemente un abuso o conductas inapropiadas con sus hijos. ¿Hay que perdonar al padre? ¿y si el padre fue abusado en el colegio por un docente religioso a la vez que por un padre miliar? ¿perdonamos al abuelo? Y si resulta que el abuelo, ¿fue a su vez despiadadamente abusado por sus tíos que encubrían una homosexualidad por miedo a ser eliminados? Es una cadena que nunca llega al final, a quien perdonamos? ¿A quién castigamos?
Rendición, soltar, “dejar ir” y aprender a poder reconstruir para poder ofrecer lo que realmente somos, no lo olvidemos, seres espirituales ejerciendo de humanos. Hagamos el cambio posible. Rompamos la cadena, es justo en ese acto -por pequeño que parezca- cuando el alma siente que alcanzó su objetivo de transcender y aniquiló la repetición del dolor. En ese instante se siente el perdón, por qué no se da, se siente.