“La mejor inversión que un ser humano puede hacer en la vida es aquella que un naufragio no le pueda arrebatar: sí mismo”.
(Proverbio)
“Por qué no es tan grave, ya con el tiempo se me pasará”. “Es muy caro, total, ¡para qué!”. “En realidad a todos nos pasa, es normal”. “Estoy bien, ya estoy curado”.
En realidad, no es que creas que no necesitas ayuda. Sabes que necesitas y mereces ayuda, lo que sucede es que sientes miedo. Miedo a mirar la realidad, a vivir desde otro lugar y, miedo a mirar a dentro, miedo a ti, a quien eres en realidad, miedo al cambio y a perder. Y no pasa nada, hay gente que a lo mejor se va de este mundo sin mirarse, es una elección como otra. Sin embargo, si estás leyendo esto, es que una parte de ti desea empezar a conocerse. Conocerte es amarte, y amar es vivir y el espacio terapéutico es un lugar fértil para ello.
En este juego de la vida tu dispones de indicadores que te avisan cuando llegó el momento de adentrarse en otra mirada, en el interior. Una enfermedad, un accidente, un divorcio, un trastorno en tu hijo, un consumo excesivo o adicción a sustancias, un malestar prolongado o un dolor sin causa aparente. Yo necesité 4 abortos naturales, una crisis de pareja y una angustia profunda para llamar a la puerta de un terapeuta. No te engañaré, dolió y mucho, tuve que aceptar y mirar de frente un trauma infantil, una infancia disfuncional en mayúsculas, un rechazo familiar profundo a mi persona por confrontar la verdad y una desconexión absoluta con mi cuerpo. Ahora, tras 12 años, te puedo jurar por lo que más amo en esta tierra, que valió la pena y que repetiría sin dudarlo. A fecha de hoy, empleo una hora semanal para tomar mi sesión de terapia, porqué como terapeuta es necesario y requerido y porqué, como persona, sé que el autoconocimiento de como funciona mi mente, mis emociones y mi cuerpo es vital si quiero vivir con bienestar sostenido. Ahora puedo darme cuenta de que antes de los 4 abortos mi cuerpo y las circunstancias que me rodeaban me estaban avisando de la urgencia de crecer como persona. Pero no lo escuché, no estaba atenta e infravaloré sus señales. Me creía que yo lo controlaba todo y que yo podía con todo. Ahora escucho a los chivatazos que me da la vida porqué sé que me avisan de que me estoy perdiendo del camino.
Yo creo que ir a terapia puede compararse perfectamente con hacer ejercicio físico: sabes que te hace bien y que los beneficios son inmensos, pero tienes que pagar un peaje: la incomodidad. Salir de tu zona de confort y seguridad para adentrarte en lo desconocido. Salir del modo victima para pasar al modo responsable, pasar de sobrevivir o “ir tirando” a Vivir en mayúsculas y ofrecerte a ti, a tu familia, a tu país y a toda la humanidad, tu mejor versión. Te cuento un secreto: fuera de la ilusión de control y seguridad que te da tu mente hay un lugar esperándote muchísimo más elegante y próspero en todos los sentidos.
Alguna gente cree que ir a terapia es un recreo o un momento de spa, otros que un terapeuta sacará de la chistera la solución a todos tus problemas y lo arreglará todo (yo así lo pensaba). Nada más lejos de la verdad. Si bien los “darse cuenta” que experimentas en terapia son muy gratificantes y gozosos, conocerte es un viaje al interior que, como todo en esta vida, entraña una cuota de dolor inevitable y necesaria. Además, es un proceso que requiere de paciencia, amabilidad, organización y programación para no sólo curar el síntoma sino, y lo más importante, aprender de él, integrar lo aprendido y transcender el ego o el “yo hago” para vivirse des de un lugar más certero y auténtico, el del “yo soy”.
Hacer terapia es aceptar, entre otras, unas verdades incómodas. Algunas me escocieron tanto que lloraba desesperada por el daño que mi ignorancia había hecho a otros, en especial a mi pareja e hijos. Me perdoné, al final, forma parte también del aprendizaje. Allá van algunas de estas verdades. Las 4 primeras verdades que te enumero fueron descritas por el coach Yoshinori Noguchi en la Ley del Espejo:
- Todo lo que te molesta, irrita o quieres cambiar del otro, son aspectos que tu tienes que cambiar primero ya que también los tienes manifestados.
- Todo lo que el otro te critica, envidia, juzga, o dice de ti, si te afecta, molesta o perturba es que tú lo tienes y requiere de aceptación, integración y cambio.
- Todo lo que te gusta del otro, lo que amas, es que tú también lo tienes y necesitas reconocer y exhibir.
- Todo lo que el otro te critica, envidia, juzga, o dice de ti, si no te afecta, no te molesta o no te perturba es que le pertenece a él y tú no puedes hacer nada para ayudarle y cambiarle.
- Lo que rechazas y te resistes a aceptar que no puedes cambiar ni controlar, seguirá repitiéndose y causando daño en ti hasta que consigas aprender a aceptar y soltar el control de lo inevitable.
- Todo lo que tú consigas a expensas del dolor o sufrimiento o carencia del otro está destinado a que lo pierdas.
- Atraerás a personas y a circunstancias idénticas a cómo tu estés y seas, aunque te esfuerces para aparentar ser lo contrario y ejerzas autocontrol sobre ti.
- Vinimos a este mundo a aprender, y disponemos de infinitas posibilidades para hacer las cosas. Todo lo que suceda, si aprendes de ello, es perfecto, la dualidad del bien y el mal es una ilusión.
- Al igual que existen personas que son un regalo para nosotros, existen otras que su misión es apretarnos, ponernos al límite y forzar nuestro cambio. Su función no cesará hasta que no lo consigas.
- La dualidad es una ilusión. No obstante, existe en este plano físico y es necesario conocer la parte sombría para ganar el juego. Lo que llamamos “mal” es una energía en un lugar equivocado.
- Tarde o temprano e, inevitablemente, todos los seres humanos tenemos que aceptar estas verdades y otras muchas más, son los principios que regulan el juego de la vida. Es preferible que lo hagamos proactivamente y no forzados por circunstancias extremas.
Algunos posibles caminos mentales y conductuales que existen para integrar estas verdades son:
- Si tú te conoces puedes cambiar, y puedes aceptarte e integrar con humildad y sinceridad tus zonas oscuras o sombras. Así, lo que te perturba, molesta o irrita del otro dejará de causarte sufrimiento y, “por arte de magia” el otro deja de hacerlo. Y sino deja de hacerlo, tendrás el poder de irte de su lado sin culpa.
- Si te aceptas tal cual eres y, aceptas que las circunstancias son tal cual son para que aprendas y no juzgues, sacarás tu potencial al exterior y vivirás en paz. Suelta el control y todo llega. Que todo fluya y nada influya.
- Si el otro sufre y no desea cambiar, elegirás des del amor, distanciarte y protegerte para abrirte a espacios y personas que si pueden recibir de ti.
- Cuando dejes de perseguir a las personas, sucesos o hechos, paradójicamente descubrirás que consigues lo que quieres.
Escoge tu tipo de incomodidad: es incómodo quedarse igual; es incómodo cambiar; es incómodo crecer. ¿Cuál eliges tu?
“La comodidad que adormece debilita el poderío del esfuerzo”, Abraham Abulafia.
Dice la sabiduría perenne que el dolor es inevitable y el sufrimiento una elección. Yo así lo he comprobado en mí. No pude evitar sentir miedo, ira y tristeza cuando transité 4 abortos naturales. Ahí vi que necesitaba ayuda porqué algo en mí no podía seguir funcionando bien. Tras años, puede ver que la vida era eso, un vaivén de circunstancias algunas deseada y otras no, no podía controlarlo todo y menos aún que todo sucediera como yo quería o como mi estándar de perfección dictaba. Ese trabajo de autoconocimiento, de sanación y de adquisición de herramientas de autoterapia me permitió ir surfeando por mi vida, y por las circunstancias que se presentaban, sin salir de mi espacio de auténtica seguridad, de mi bienestar emocional y físico. Por ejemplo, puede sostener con dignidad y amor el fallecimiento inesperado de mi madre y el fallecimiento de mi padre 5 semanas después. Ahora no temo a la vida, ahora confío en ella. He conseguido dejar de odiar a los demás y, en especial, a mis ángeles negros que me intentan sacar de casilla cada día.
En el transcurso de mi formación como terapeuta y como cliente de terapia, he comprobado que uno alcanza bienestar sostenido cuando conoce y presta atención a sus cuatro pilares fundamentales: cuerpo, mente, emociones y transcendencia. Es lo que suele llamarse una visión terapéutica holística e integral que permite vivirse en complitud y no sólo en plenitud. Una visión que te permite solucionar el problema que tienes ahora y que te enseña a vivir bien con todo lo que venga en el futuro, sea del color que sea. Cuando dices Si y, abres la puerta a sanar y conocerte en un espacio terapéutico, créeme que es el mejor acto de amor que puedes hacerte. Yo, me sentí acompañada, asistida, segura y en un espacio que me brindaba la oportunidad de ser yo, libre de juicios y de exigencias. Vencí un dolor profundo, crecí como persona, y amplie mi consciencia. Me conocí, y sigo conociéndome, y eso es amarme, es invertir en mi salud integral, en el bienestar de los que me rodean (sobre todo pareja e hijos) y, en última instancia, en beneficio de la humanidad, cuál mariposa…
¿Has oído hablar del efecto mariposa? una pequeña perturbación en un sistema (y los humanos somos un sistema físico, emocional y mental) puede tener consecuencias considerables e imprevisibles en otro sistema (p.ej. tus hijos, tu pareja, tu trabajo, tu hogar, etc.). Nos vemos unos a otros constantemente afectados por nuestros estados y actos, tanto los positivos o expansivos como en los negativos o contractivos. Si nos amamos bien, podemos amar a los demás, y no olvidemos que, al fin y al cabo, amar es vivir. ¿Has notado que cuando tú te sientes bien todo parece venir de cara? ¿Qué tus hijos dejan de pelearse y que “de repente” consigues lo que querías (p.ej. un cambio de trabajo) sin saber qué podrías? Se ha comprobado que, por ejemplo, determinados trastornos en hijos pueden ser resueltos y desarticulados con el trabajo terapéutico de los padres.
Yo creí que no necesitaba ayuda porqué mi mente me lo decía y la obedecí. Tu mente racional, esa vocecita alta que te habla y tiene un aroma a seguridad y confort que hace que la creas como dogma irrefutable, tiene un ritmo muy rápido, es exigente y quiere resultados. Su principal objetivo es que estés bien sea como sea, le importa proteger tu imagen, tu día a día, tus pertenencias y tu círculo de amistades, pareja, familia y trabajo.
Esta vocecita es muy poderosa, y aunque cumple una buena misión, a veces se extralimita y pretende, literalmente, aplastar a otra vocecita que tú tienes y que, aunque se escuche con voz baja, es muy contundente y necesita también que la escuches.
A estas vocecitas podemos llamarlas mente y corazón. Una te dice: “no hay para tanto, es cuestión de tiempo”; “ya saldrás de esta, eres fuerte” “tu controlas, tranquilo”; y la otra, como tiene el volumen bajo y no la oímos, a veces tiene que expresarse por otras vías: malestar físico; emociones muy fuertes; discusiones; y/o pérdidas o roturas de relaciones, es la única manera que tiene para que le prestes atención. Una busca tu permanente zona de confort y seguridad y la otra voz busca paz interior, serenidad y felicidad. Tu mente necesita sentir que ya conseguiste tu objetivo, que ya estás bien y que ya puedes seguir andando por el camino, necesita una solución rápida por qué no soporta que estés en este estado latente de “que será de mí”. ¿Cómo lo consigue la mente? Principalmente con el autoengaño: “pan para hoy, hambre para mañana”.
¿La solución a este matrimonio de voces? Que dejen de luchar y cada una de ellas acepte que la otra es necesaria e imprescindible para vivir. Tu mente tendrá que rendirse y aceptar que no siempre puede con todo, que a veces necesita dejar caer el “castillo de naipes” para construir uno acorde a los dictados también de tu corazón y no sólo de tu razón.
Se trata de que tu mente acepte que inevitablemente la vida tiene una cuota de dolor que viene de la mano de lo que llamamos problemas, desequilibrios u obstáculos. No puedes evitar que las cosas no sucedan y tampoco puedes evitar que te duelan<. La buena noticia es que si puedes aprender a observarlas, verlas, sentirlas y vivirlas de tal forma que no te saquen de tu zona óptima de bienestar. ¿Cómo? Pues si tuviera que resumirlo en una sola palabra sería “Conociéndote”, quién eres, por qué y para que sientes, piensas y actúas de una determinada manera, cuál es el sentido de tu vida y tu proyecto vital, que vas a ofrecer a la vida. Se trata de solucionar tu problema o desajuste a la vez que aprendes de él para integrar una nueva forma o “gafas” de visión que te permitan vivir en un estado estable de bienestar a pesar de las circunstancias (lo que en sánscrito se llama Sukha).
“Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel de conciencia en el que se creó”, Albert Einstein. Dicho de otra forma, si siempre haces, sientes y piensas lo mismo no pretendas que las cosas, personas y circunstancias cambien.
Todo terapeuta desea ayudar. Habrás oído muchas veces la frase “la terapia es mi proyecto de vida”, “!es mi vocación!”. Esto sucede porqué, para ir bien, el terapeuta o psicólogo ha transitado por fases de dolor y numerables contracciones hasta parirse como ser libre, auténtico y honesto. Y lo mejor de todo, es que continua en contracciones continuas (como todos los humanos), si bien ya dispone de las herramientas y las gafas de visión correctas para no darse contra las paredes que presenta la vida sino para saltarlas, bordearlas e incluso derribarlas. Cómo ha visto que ha conseguido vivir en un bienestar constante a pesar de las circunstancias, su corazón le dice “ayuda a los demás a vivir mejor”. Es un deseo o impulso que, a mí, me brota des de lo más hondo y no puedo evitar. Y a modo de espóiler de lo que descubrí en terapia: todos vamos a la una, sino transformamos nuestra consciencia nadie podrá vivir en este planeta, estamos autodestruyéndolo por causa de nuestra inconsciencia e ignorancia. Una guerra es un deseo vehemente de imponer tu ego y poder más allá de las fronteras de la dignidad de la otra persona, ¿y para qué?
Hans Frank, el abogado de Hitler, en los juicios de Nuremberg, enseñó un informe donde se indicaba que el padre de Hitler era posiblemente un medio-judío. A la vez, se descubrió que Hitler fue brutalmente maltratado y abusado por su padre. ¿Crees que Hitler si hubiera podido reparar su autoestima y limpiar su ira hacia el padre -que “casualmente” era judío- hubiera asesinado a millones de humanos? Quizás sí, pero cabe la posibilidad que no lo hubiera hecho. ¡No justifico ni mucho menos su conducta! como puedes imaginarte, la censuro como tú, únicamente apunto que cuando has sido abusado (y así puedo constatarlo personalmente) sino sanas tu ira puede comerte y convertirte en un ser capaz de arrasar contigo y con todo lo que te rodea.
Tener la oportunidad de sanarte, de trabajar la profundidad de tu Ser y, seguir haciéndolo, es un “euromillón espiritual”. El 85% de la población mundial vive con menos de 30 dólares al día. Para este 85% sólo cabe luchar y sobrevivir, no tienen espacio mental ni emocional para plantearse por qué sienten tristeza, porqué se pelean constantemente con su pareja o para que pegan a su hijo o consumen vino a diario para relajarse. A lo mejor, el restante 15% que tenemos las necesidades básicas cubiertas nos han dado la maravillosa oportunidad de podernos conocer, pulir y alcanzar nuestra mejor versión para retornarlo a nuestra realidad cotidiana mediante una buena palabra, un buen éxito profesional, un hogar construido desde el amor o una obra de arte. ¿Crees que si estás leyendo esto no formas parte de este 15%? Todos transitamos por dolor y a veces sufrimiento, creo que la diferencia está en la capacidad de honestidad radical con uno mismo y decir: salgo de ahí. Creo que todos tenemos puntos ciegos que no vemos de nosotros y de la realidad que nos rodea, eso forma parte de vivir, la diferencia es que si sabes que estos puntos ciegos existen y que tienes ceguera puedes prever las eventuales caídas. Al final, tu y yo deseamos ser felices y vivir en armonía, deseamos un planeta limpio, unos hijos sanos, un gobierno protector y humanizado. Tu bienestar es también el mío, y el de toda la humanidad. Somos un campo de mariposas.
¿Cuáles son para ti los “por qué” de la pregunta “no necesito recibir ayuda”?