Existe una pregunta firme y sostenida a lo largo de la existencia humana que es: ¿Quién soy y que hago en la tierra? En definitiva, averiguar y comprender el más sentido del vivir, nuestra misión y proyecto de vida.
Ahí, se abre un extenso prado de reflexiones, interpretaciones, “verdades” y conclusiones todas ellas tan amplias y profundas como lo es la consciencia de cada uno. Para una persona la Vida termina con la futilidad de la materia por lo que sucede una desconexión absoluta con toda transcendencia personal y se vive en torno al bucle de almacenar riquezas –de todo tipo-, apegarse a lo tangible y transitar en un placer discontinuo entre dolor y sufrimiento ya que la paz y el amor no pueden entrar por no ser invitados.
Otros, y cada uno a su mejor entender y subjetividad, intuimos que no todo termina en lo físico, material, y limitado. Des de mi perspectiva personal, ¿qué soy? se convierte en mi propia misión de vida, el mero hecho de buscar quién soy, y para qué estoy en el Aquí es fuente de placer y de sentido a todo. Sé, intuyo y siento de forma certera, que no soy Blanca González, con un número de DNI, con hijos, marido y con una profesión. Esto, es una muy buena protagonista de la película que he venido a vivir. Un personaje que, por fortuna, puede estar bien construido para poder descubrir lo que realmente soy. Pasado este nivel de conciencia, no todo termina aquí. No sólo soy quien ahora escribe, ni sólo quién fue en otras vidas, en otras experiencias, inclusive, si no existe el tiempo ni el espacio, podría estar viviendo la misma “realidad” en dimensiones diferentes. Por ende: ¿quién soy? La que vivió hace más de mil años, la de ahora, soy mujer, hombre, niño, política, profesora… quién soy…
Soy algo más que todo esto, a medida que me desapego de la Identidad voy desmembrando cada parte de mi Ser para permitir que se expanda y acabe siendo el agua –ya no gota- que entra en el océano. No deja de ser agua y si deja de ser gota. Cada identidad limitada y fragmentada que vive el Ahora y que vivió otros Ahora debe de ir a la UNA, a la Una como misión de vida: vivir para experimentar y poder llegar al océano sin miedo, sin temor, sin apego, fluyendo en el Todo de la energía que nos creó y que, por ilimitada y expansiva que es, sólo aguarda paz interior, amor y el éxtasis deseado, eso sí, viviendo cada escala de evolución de consciencia (K. Wilber) para darse la vida. Expandir la conciencia a niveles aún desconocidos y alcanzables. ¡Y qué mejor que “darse cuenta” y ayudarnos entre todos a ello!
Ni falta hace recordar, que no soy lo que pienso, lo que siento, lo que hago, eso es pensamiento, emoción y conducta que no está fusionado al ser sino resultado del estado de consciencia creado y alcanzado por uno mismo. ¡Qué maravilla! ¡Podemos crear la realidad que queramos!